martes, 29 de noviembre de 2011

Acompañamiento Terapéutico con pájaros


La paciente a quien llamaré Claudia me recibió con cierta tristeza porque le habían comunicado en la clínica donde está internada que le iban a dar un traslado, a eso yo le tenía que comunicar que sólo la acompañaría cada quince días, en el transcurso del acompañamiento realizó las tareas que le estaban asignadas (compras), su charla luego de un llanto " A mi pasa de todo" era apagada. La tarde era linda, sol, un barrio de casas lindas, veredas limpias, y del sol cargoso nos protegían las sombras de Paraísos, Eucaliptos y otros árboles, pero ella parecía tener los pasos apagados, ahí me acordé de Celeste un paciente del Borda, que tenía el rostro pintado y anillos en sus dedos deformes, de quien guardo una poesía que realizamos juntos, el método era el siguiente, yo escribía una frase, él lo leía y escribía otra, así por turno encadenábamos las palabras, y el resultado era un lindo trabajo literario, Celeste decía ser un apasionado lector de Amado Nervo. Celeste era el cielo en el barrio donde estaba con Claudia y ahí le propuse armar una poesía, ya que a ella le gustaba escribir, "poesía o cuento", le dije, "poesía" contestó, y sentados en la sombra nació lo siguiente, que sirvió para aliviarla de su estado de tristeza, y confirmar que todo acto creativo es terapéutico, no quise corregir lo escrito aunque tiene frases a corregir, pero perdería su autenticidad, empecé yo y luego ella escribía lo suyo y así sucesivamente .

El sol calcina
un huérfano durazno

y viviente entre las ramas crece

la sombra indiferente

de un total hastío ensordecedor
lo atormenta

un pájaro desprende su pulpa

y hacía el duraznero se implora a comer

la brisa adolescente los ignora

pero los pájaros vuelan a un refugio
incierto

más allá del sueño vespertino

los pájaros quieren volar
pero algo los detiene

los ata la gravedad melancólica

y una gran melancolía de sus sombras
los enceguese

hasta que nace el deseo en el canto

y brotan de sus trinos cantos
que despiertan a los campesinos

que se soñaban pájaros eternos.

martes, 21 de junio de 2011

De Clerambault, la señora Dupont y en el medio la erotomanía



Gaëtan Gotian de Clerambault dejó huella importante en Lacan como maestro, construyó el concepto de Síndrome de Automatismo Mental, para dar coherencia a la clasificación de las enfermedades mentales, las definía a partir de un elemento común: el automatismo mental. Para él las perturbaciones, el síndrome era de origen orgánico, y la perturbación se imponía al sujeto de manera exterior a él y de manera brutal, como un “automatismo”.




Enrolado en el ejército en Marruecos se apasionó por el drapeado árabe, por el arte de esas mujeres de anudar sus telas y deslizarlas a lo largo de cuerpo, junto con la atracción hacía el cuerpo vestido de la mujer árabe, su otra pasión era el tema de la erotomanía, cuya fuente principal es un intenso orgullo sexual, es erotómano o erotómana quien cree ser a amado o amada de aquella o aquél al que se desea castamente y que puede ser un general, un personaje célebre, actor, rey o académico.




Así entra en escena la señora Dupont que está persuadida de que el príncipe de Gales le hace avances (le tira onda se diría actualmente), la acosa, le da en todas partes citas a las que luego no acude. La señora Dupont se enciende de rencor, lo acusa de engañarla y cruza el Canal de la Mancha para sorprenderlo en flagrante delito de traición. De regreso a París, agrede en la vía pública a un policía, que la lleva a la oficina de Clerambault que era la enfermería especial de la prefectura de policía de París, para entregarla oficialmente.




Para Clerambault la erotomanía era una representación de la realidad que no por ser loca era menos lógica, junto a Freud los surrealistas creía que la locura era vecina de la verdad, la razón de la sin razón.

lunes, 12 de julio de 2010

Tesis de Dalí sobre La Paranoia



Lacan entró en conocimiento, a través del número de la revista Le Surrealisme an service de la Revolutión (1930) de un texto de Salvador Dalí “El burrro podrido”, donde sostenía una tesis original sobre la paranoia, que pasó a llamar técnica de la paranoia crítica.
Fue por un proceso netamente paranoico, como fue posible obtener una imagen doble, es decir, la representación de un objeto, que sin la menor modificación figurativa anatómica, sea al mismo la representación de otro objeto absolutamente diferente, despojado a su vez de toda clase de deformación o anormalidad que pueda delatar algún arreglo. Para Dalí la paranoia funcionaba como una alucinación, como una interpretación delirante de la realidad, fenómeno seudo alucinatorio que servía para la aparición de imágenes dobles, la imagen de un caballo, podía ser la imagen de una mujer.
La paranoia pasa a ser una actividad creadora, lógica y no un error de juicio. (Biografía de Roudinesco sobre Jacques Lacan).

La figura que se observa es de un rostro de una mujer (Mae West), sin embargo, también es un apartamento surrealista, el pelo es el cortinado, los labios son un sofá, los ojos dos cuadros sobre una pared, la nariz toma la forma de una chimenea sobre la cual se halla un reloj, en la parte inferior se simula el piso del cuarto, sobre la barbilla de la mujer dalí pinta una escalera. A esto se refiere Dalí de obtener una imagen doble,"técnica de la paranoia crítica.

miércoles, 2 de junio de 2010

Encuentro de Dalí con Lacan


Salvador Dalí esta vez quedará más satisfecho en su entrevista con Jaques Lacan, que con la entrevista que tuvo con Sigmund Freud.
Los dejo con Dalí.
"Parezco destinado a una excentricidad truculenta, deseélo o no. Tenía treinta tres años. Un día en París me llamó por teléfono un joven y brillante psiquíatra. Acababa de leer una artículo mío en la revista Minotaure sobre Mecanismo interno de la actividad paranoica. Me felicitó y expresó su asombro ante la exactitud de mi conocimiento científico de esta materia, que se comprendía tan mal usualmente. Deseaba verme para discutir conmigo toda esta cuestión. Convenimos vernos a hora avanzada aquella misma tarde, en mi estudio de la calle Gauget. Pasé toda la tarde en un estado de agitación extrema, ante la perspectiva de nuestra entrevista, e intenté planear por anticipado el curso de nuestra conversación. Mis ideas eran tan a menudo consideradas, aún por mis más íntimos amigos del grupo surrealista, como caprichos paradójicos _con matices geniales por supuesto_ , que me halagaba el ser finalmente tomado en serio en círculos estrictamente científicos. De ahí que estuviera ansioso de que en nuestro primer intercambio de ideas, todo fuese perfectamente normal y serio. Mientras aguardaba la llegada del joven psiquíatra continuaba trabajando de mañana en el retrato de la vizcondesa de Noailles, en el cual me ocupaba entonces. Esta pintura era ejecutada directamente sobre cobre. El bruñido metal reflejaba la luz como un espejo, lo que me impedía ver claramente mi dibujo. Observe, como ya lo notara antes, que veía mejor lo que hacía allí donde los reflejos eran más brillantes. Al punto pegué a la punta de mi nariz un cuadrado de papel blanco de media pulgada. Su reflexión hacía perfectamente visible el dibujo de las partes en que trabajaba.
A las seis en punto _ hora convenida de la visita _ sonó el timbre de la puerta. Guardé apresuradamente mi cobre, entró Jacques Lacan e inmediatamente nos lanzamos a una discusión tecnisísima, tuvimos la sorpresa de descubrir que nuestras opiniones eran igualmente opuestas, y por las mismas razones, a las teorías constitucionales aceptadas entonces casi unánimamente. Conversamos durante dos horas en constante tumulto dialéctico. Partió con la promesa de que mantendríamos un contacto constante. Después de su partida, me puse a pasear por mi estudio intentando reconstruir el curso de nuestra conversación y sopesar más objetivamente los puntos en que nuestros raros desacuerdos pudieran tener verdadera importancia. Mas cada vez estaba más perplejo por la manera, más bien, alarmante, cómo el joven psiquiatra me escudriñaba el rostro de vez en cuando. Era casi como si el germen de una extraña, curiosa sonrisa, quisiera entonces transparentarse en su expresión.
¿Estaba estudiando los efectos convulsivos en mi morfología facial, de las ideas que agitaban mi alma?.
Encontré la respuesta al enigma cuando fui a lavarme las manos (éste, dicho sea de paso, es el momento en que se ve toda clase de cuestiones con la mayor lucidez). Pero en esta ocasión lo que me dio la respuesta fue mi imagen en el espejo. ¡Había olvidado quitar de mi nariz el cuadradito de papel blanco!. Durante dos horas, había discutido cuestiones del carácter más trascendental en el tono de voz más preciso, objetivo y grave, sin darme cuenta del desconcertante adorno de mi nariz. ¿Qué cínico había podido representar conscientemente este papel hasta el fin?."

martes, 4 de mayo de 2010

Encuentro de Salvador Dalí con Sigmund Freud




Salvador Dalí, estuvo interesado en el psicoanálisis, tal es así que elaboró un escrito sobre la paranoia, relacionándolo con la creación artística, tuvo la oportunidad de encontrarse con Sigmund Freud, creador del psicoanáisis, y también con Jacques Lacan. Quiero compartir ahora el relato de Dalí de su encuentro con Freud.
Señor Salvador Dalí, ¿podría relatarnos cómo fué su encuentro con Sigmund Freud?.

Salvador Dalí: "Mis tres viajes a Viena fueron exactamente como tres gotas de agua ,faltas de reflejos que las hicieran brillar. En cada uno de estos tres viajes hice exactamente lo mismo: en la mañana iba a ver el Vermeer de la colección Czernin, y en la tarde, no iba a visitar a Freud, porque invariablemente decíanme que estaba fuera de la ciudad por motivos de salud.


Recuerdo con dulce melancolía haber pasado esas tardes vagando al azar por las calles de la antigua capital de Austria. La tarta de chocolate, que comía precipitadamente en los breves intervalos de mis idas de uno a otro anticuario, tenían un sabor levemente amargo, producido por las antigüedades que veía y acentuado por la burla de una entrevista que no ocurría. Al anochecer mantenía largas y cabales conversaciones imaginarias con Freud; hasta me acompañó una vez y permaneció conmigo la noche entera pegado a las cortinas de mi pieza del Hotel Sacher.


Varios años después de mi último intento ineficaz de verme con Freud, hice una excursión gastronómica por la región de Sens, en Francia. Empezamos la comida con caracoles, uno de mis platos favoritos.La conversación recayó en Edgar Allan Poe, magnifico tema para acompañar el paladeo de los caracoles, y se ocupó especialmente de un libro, recién publicado, de la princesa de Grecia, Marie Bonaparte, que es un estudio psicoanalítico de Poe. De pronto ví una fotografía del profesor Freud en la primera página de un periódico que alguien estaba leyendo junto a mí. Inmediatamente me hice traer un ejemplar y leí que el desterrado Freud acababa de llegar a París. No nos habíamos repuesto del efecto de esta noticia cuando lancé un grito. ¡En aquel mismo instante había descubierto el secreto morfológico de Freud! ¡El cráneo de Freud es un caracol!. Su cerebro tiene la forma de una espiral-¡Que hay que sacar con una aguja!. Este descubrimiento influyó mucho en el dibujo de su retrato que hice más adelante del natural, un año antes de su muerte.


El cráneo de Rafael es exactamente lo opuesto del de Freud, es octogonal cómo una gema labrada y su cerebro es como las vetas de la piedra. El cráneo de Leonardo es como una de esas nueces que se cascan: es decir, se parece más a un verdadero cerebro.


Debía verme con Freud, finalmente, en Londres. Me acompañaban el escritor Stefan Zweig y el poeta Edward james. Mientrás cruzaba el patio del anciano profesor ví una bicicleta apoyada en la pared y sobre la silla, atada con un cordel, había una roja bolsa de goma, de las que se llenan de agua caliente, que parecía llena, y sobre la bolsa; se paseaba un caracol!.La presencia de este surtido parecía extraña e inexpicable en el patio de la casa de Freud.


Contrariamente a mis esperanzas, hablamos poco, pero nos devorábamos mutuamente con la vista, Freud sabía poco de mí, fuera de mi pintura, que admiraba, pero de pronto sentí el antojo de aparecer a sus ojos como una especie de dandy del "intelectualismo universal". Supe más adelante que el efecto producido fué exactamente lo contrario.


Antes de partir quería darle una revista donde figuraba un artículo mío sobre la paranoia. Abrí, pues, la revista, en la página de mi texto, y le rogué que lo leyera si tenía tiempo para ello. Freud continuó mirándome fijamente sin prestar la menor atención a mi revista, tratando de interesarle, expliquéle que no se trataba de una diversión surrealista, sino que era realmente un artículo ambiciosamente científico y repetí el título, señalándolo al mismo tiempo con el dedo. Ante su imperturbable indiferencia, mi voz se hizo involuntariamente más aguda y más insistente. Entonces, sin dejar de mirarme con una fijeza en que parecía convergir su ser entero, Freud exclamó dirigiéndose a Stefan Zweig: "Nunca ví ejemplo más completo de español. ¡Qué fanático!"

jueves, 1 de abril de 2010

El Acompañante Terapéutico


ACOMPAÑANTE DE UNA PERSONA IMPORTANTE
-ACOMPAÑANTE DE UN GUERRERO-
ACOMPAÑANTE TERAPEUTICO

Ante la no precisión de qué es un acompañante terapéutico, cual es su rol y su campo de acción, debido a su reciente aparición en el campo de la salud mental es que quiero compartir con ustedes un párrafo delicioso de un texto del psicoanalista Alfredo Eidelsztein que se llama "Las estructuras clínicas a partir de Lacan", allí el autor aísla para luego explorarlo el término ´terapéutico`.
"En la medicina moderna (dice) lo terapéutico se confunde con lo estrictamente curativo, en el sentido de recuperar la salud perdida" y señala que estudiando el origen de la palabra terapéutico se establece una dimensión casi en pleno olvido de éste.
Rescata de la antigüedad un término, terapon, así se designaba al compañero del guerrero, el que conducía el carro, el que ayudaba a colocarse la armadura, terapon era el servidor de las musas o de un Dios, terapon también significaba esclavo, después pasó a significar el que acompaña o brinda servicios y cuidados a una persona importante y finalmente, terminó significando, el que brinda cuidados a un enfermo, terapéutico significaba el que amaba rendir servicios, y en sentido médico el sujeto apto para cuidar personas que padecen.

En esta exploración el autor indirectamente fue definiendo nuestra práctica, como compañero del guerrero, que tiene que batallar para recuperarse con sus síntomas e inhibiciones, nosotros junto al paciente conducimos un carro por determinado camino para llegar a algún lado, trayecto elaborado por el psiquiatra o psicólogo/a, es el proyecto terapéutico que se elabora en equipo, ayudamos al paciente a colocarse la armadura, sus capacidades, a desarrollarlas, reforzarlas o adquirir otras, y también de acuerdo a la particularidad del paciente, a que se independice de toda armadura.

Somos acompañantes porque ponemos nuestra presencia, eso sólo va a generar resonancias en el paciente, la familia del paciente, en su contexto, en su terapia o tratamiento, cuidamos y brindamos servicios a una persona importante, a la vez somos algo más que acompañantes, somos terapéuticos, con las raíces en la historia que cruza de la definición de terapon a la definición de terapéutico.

Ramiro Aquize

lunes, 29 de marzo de 2010

Muy bienvenido a Psicoram

Este blog es un espacio para recibir consultas y compartir temas atinentes al psicoanálisis, que toca diferentes campos, como el arte, la filosofía, y la manifestaciones culturales contemporáneas.

Los temas serán presentados bajo las luces teóricas de Freud y Lacan, y tendrán un tono no demasiado técnico, para ser accesible a quienes no han recorrido la teoría exhaustivamente.


El inicio de nuestra comunicación tocará el tema de Lo Perecedero texto sabroso de sigmund Freud.

Pondré a disposición un escrito sobre ese texto que espero que sea de su agrado. Gracias.



“El historiador griego Heródoto nos refiere que Jerjes, el emperador persa, lloró luego de revisar a su inmenso ejército expedicionario, al darse cuenta que ni uno solo de sus miembros estaría con vida cien años más tarde”.

Recuerdo que este párrafo me había causado impresión entrando en la adolescencia, imaginar un emperador llorando ante el destino ineludible, un emperador derrotado ante lo perecedero, su poder en cien años no sería nada.
A este recuerdo me llevó otra lectura posterior, estando ya en la facultad, “Lo Perecedero” de Sigmund Freud, el creador del psicoanálisis cuenta que lo acompañaba un joven poeta admirador de la belleza que ofrecía la naturaleza, pero en vez de disfrutar de esa belleza que lo circundaba, se preocupaba porque esa belleza estaba condenada a desaparecer en el invierno, igual que toda belleza humana, y todo lo bello y noble que el hombre haya creado y pudiese crear estaba condenada a desaparecer, (vemos que le sucede lo mismo que al emperador Jerjes) y luego agrega Freud, cuanto habría amado y admirado, de no mediar esta circunstancia (ser perenne), parecíale carente de valor por el destino de perecer a que estaba condenado.


Freud niega ante el poeta que el carácter perecedero de lo bello involucrase su desvalorización, al contrario la cualidad de ser perecedero incrementa su valor, las limitadas posibilidades de gozarlo lo tornan mas precioso.
Freud sigue argumentando: llegue una época en la cual queden reducidos a polvo los cuadros y las estatuas que hoy admiramos; sucédanos una generación de seres que ya no comprendan las obras de nuestros poetas y pensadores; ocurra aún una era geológica que vea enmudecida toda vida en la tierra..., no importa; el valor de cuanto bello y perfecto existe sólo reside en su importancia para nuestra percepción; no es menester que la sobreviva y, en consecuencia, es independiente de su perduración en el tiempo.
Pero este discurso no convencía al poeta, por eso dice Freud que una rebelión psíquica coontra la aflicción, contra el duelo por algo perdido, debe haber malogrado el goce de lo bello. Mas adelante dice Freud: Así imaginamos poseer cierta cuantía de capacidad amorosa -llamada libido- que al comienzo de la evolución se orientó hacía el propio yo para más tarde -aunque en realidad muy precozmente- dirigirse a los objetos, que de tal suerte quedan en cierto modo incluidos en nuestro yo.
Si los objetos son destruidos o los perdemos, nuestra capacidad amorosa (libido) vuelve a quedar en libertad y puede tomar otros objetos como sustitutos, o bien retornar transitoriamente al yo.
Sin embargo, no logramos explicarnos porque este desprendimiento de la libido de sus objetos debe ser, necesariamente un proceso tan doloroso. Solo comprobamos que la libido se aferra a sus objetos que ni siquiera cuando ya dispone de nuevos sucedáneos se resigna a desprenderse de los objetos que ha perdido.

He aquí, pues, el duelo.
Sabemos que el duelo, por más doloroso que sea, se consume espontáneamente.
Una vez que haya renunciado a todo lo perdido se habrá agotado por sí mismo y nuestra libido quedará nuevamente en libertad de sustituir los objetos perdidos por otros nuevos, posiblemente tanto o más valiosos que aquéllos, siempre que aún seamos lo suficientemente jóvenes y que conservemos nuestra vitalidad.
Pensando en el emperador Jerjes y en el poeta del que habla Freud, el ejército estaba bajo el mando del emperador y la belleza de la naturaleza se ofrecía al poeta y sin embargo malograban el goce de esa circunstancia pensando en lo que aún no sucedió, la pérdida.

Y este es el punto a señalar, la incapacidad para gozar (que luego de un duelo normal se puede retomar), una inhibición que tiñe la vida de pensamientos tristes y desvalorización de uno mismo que incapacita a amar y producir, puede sostenerse largamente en la vida.
Es aquí donde bajo la forma de una pregunta, de porqué sólo aparece el sufrir en nuestras vidas, y los momentos felices no se dan, porqué la vida para ciertas personas es un largo duelo, o mejor dicho se padece de melancolía.
A partir de un cuestionamiento o un padecer no soportable suele empezar el camino de una terapia , que entre otras cosas facilita a aceptar lo perecedero para poder disfrutar lo que se nos ofrece.
Volviendo a la impresión que me produjo el llanto del emperador ante lo inevitable de la muerte, de lo perecedero, tal vez la raíz de esa impresión estaba en el ciclo vital que estaba viviendo, la adolescencia, donde la infancia estaba siendo abandonada, estaba siendo perenne, para vivir otra etapa de transición a la adultez.
Lic. Ramiro Aquize